Cuando el juez le preguntó por qué actuaba de esa manera, contestó:
- Porque eso era lo que hacía mi padre.
Junto al acusado se sentaba su hermano. El juez se volvió hacia él y quiso saber si también actuaba del mismo modo. El hombre sacudió la cabeza y contestó:
- Yo jamás levantaría la mano contra mi mujer, nunca humillaría ni golpearía a mis hijos, y jamás robaría el pan de mi casa.
El juez se quedó sorprendido. - ¿Por qué no lo haría? - le preguntó.
- Porque eso era lo que hacía mi padre.»
Ante una misma situación de sufrimiento, los dos hombres decidieron actuar de manera distinta. Uno pasó de ser víctima a verdugo. El otro decidió que su familia no pasaría por lo que él pasó.
Cada quien se construye a sí mismo según las decisiones que va tomando. Podemos aprender del amor o seguir la estela del sufrimiento. El destino siempre ha estado en nuestras manos.
La Taberna del Derviche
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