Así lo hizo Ananda, pero cuando llegó al arroyo, acababan de cruzarlo unas carretas.
Así que regresó junto a su maestro, con el cuenco vacío.
- Tendrás que esperar un poco - dijo Ananda. Cerca de aquí hay un río, traeré el agua de allí.
Pero Buda insistió:
-Regresa y tráeme el agua de ese arroyo.
Ananda quedó perplejo, no podía entender la insistencia, pero si su maestro lo solicitaba, él, como discípulo, debía obedecer.
- Y no regreses si el agua sigue estando sucia - dijo Budha . No hagas nada, no te metas en el arroyo. Simplemente siéntate en la orilla en silencio y observa.
Molesto, Ananda volvió hasta allí, descubriendo aunque aún seguía algo turbia, el agua estaba visiblemente más clara. De modo que se sentó en la orilla, observando pacientemente el flujo del río, hasta que el agua se tornó cristalina, tomó el cuenco y lo llenó de agua, y mientras lo hacía, comprendió que había un mensaje en todo esto.
“Cuando no sepas qué hacer, no hagas nada; no tienes que hacer ningún esfuerzo, si no te aferras, TODO PASARÁ"
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