Yama respondió: "La Palabra de la que hablan todos los Vedas, buscada en ayunos y austeridades por muchos hombres, te va a ser revelada.
Esa palabra imperecedera significa lo más alto; el que conoce este Santo Verbo obtiene todo lo que desea.
Ésta es nuestra tabla de salvación, lo supremo de lo supremo. Quien conoce esta Santa Palabra es engrandecido en el mundo de Brahma.
El Inteligente no nace ni muere. No brotó de nada ni nada brotó de él. El Antiguo es innato, eterno, imperecedero. No perece, aunque el cuerpo se corrompa.
Si el que mata cree que es él quien mata, y si el que muere que es él quien muere, ambos no comprenden; pues ni uno mata, ni el otro muere a manos de nadie.
El Ser, más pequeño que lo pequeño, más grande que lo grande, está escondido en el corazón de la criatura. El hombre que está libre de los deseos y el dolor, puede ver la majestad del Ser por la gracia del Creador.
Aunque quieto, camina hasta lo lejos; aunque tendido en el suelo, llega a todas partes. ¿Quién, excepto yo, puede conocer a ese Dios que se regocija sin regocijarse?
El sabio que conoce al Ser incórporeo en el interior de los cuerpos, inmutable en medio de las cosas que cambian, grande y omnipotente, nunca sufre.
Ese Ser no puede ser alcanzado leyendo los Vedas, ni tampoco comprendido ni aprendido. Sólo aquél a quien el Ser perfecto escoge puede alcanzar su grandeza, pues el Ser ha escogido el cuerpo de ese hombre como el suyo propio.
Pero quien no se aparte de la maldad, ni permanezca tranquilo y sumiso, jamás alcanzará el Ser, ni siquiera mediante el Conocimiento.
¿Quién, entonces, conoce dónde está Él, en quien todo desaparece y en quien incluso la muerte es absorbida?".
Fragmento del Segundo Valli del Primer Adhyaya del Kata Upanishad (libro hindú/budista).