Si todavía no lo conoce y quiere atisbar al menos lo "real-maravilloso" del mundo cubano, no puede dejar pasar esta oportunidad, de la mano experta de su creador Leonardo Padura y su singular personaje Mario Conde... en "Cuatro estaciones en La Habana" (NETFLIX)
Como Raymond Chandler hizo con su Philip Marlowe, Conde finalmente llegó a la pantalla, esta vez convertido en miniserie (algo muy siglo XXI), en una adaptación hecha por el mismo Padura, junto a su mujer Lucía Lopez Coll.
El resultado es una producción alucinante, que filma a Cuba como casi nadie lo ha hecho, en una producción dirigida majestuosamente por el español Félix Bizcarte, que se complace en mostrarnos La Habana en vistas aéreas que recorren sus coloridas y derruidas azoteas, el skyline de la ciudad en el crepúsculo con su impresionante mar y que también se introduce en callejones, edificios y casas donde se amontonan familias con televisores y aparatos telefónicos que uno creía que ya no existían.
La rotunda decadencia de La Habana en toda su evidencia y belleza, con su tráfico inexistente -ya saben, solo circulan unos pocos autos de los años 50, cientos de veces reparados-, la música (la prohibida, el rock, que escuchan el protagonista y sus amigos) y la de las calles y bares; las mujeres hermosas, naturalmente sensuales y desparpajadas. Todo está allí.
“La Habana, que de tanto decaer, se fue a la mierda”, como dice su protagonista.
Tomado de caras.cl
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