miércoles, 24 de abril de 2019

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Sri Lanka es conocida como la lágrima de la India, pero hasta hace dos días ese apodo nunca había sido tan acertado.

De la misma manera que meses atrás llorábamos por los asesinatos de Nueva Zelanda, hoy lo hacemos por la masacre de inocentes en esta región del subcontinente indio... la pregunta es ¿por qué?

Desde luego no es por Dios, ya que en la Biblia se nos exhorta a no matar. (Según el quinto mandamiento),
al igual el Islam advierte que quien mata a una persona es como si asesinase a la humanidad entera, (Corán 5;32).

¿Qué clase de ser humano puede pensar que Dios ha ordenado el asesinato de gente inocente e indefensa?

Incluso, por otra parte, ¿qué clase de Dios podría ordenar algo así? Desde luego, ése no es el Dios al que yo adoro, aunque desafortunadamente es al que muchos dicen seguir.

Los mismos sanedrines que rezaban a Dios, luego entregaron a Jesús a Poncio Pilatos; los mismos imames que proclaman a voz en gritos que Dios es el más compasivo y misericordioso, llaman también a la guerra santa desde sus mimbares; y los mismos sacerdotes que repartían la eucaristía también se dedicaban a violar a niños y niñas con total impunidad.

Hasta que no comprendamos que Dios no es una religión, sino una relación, no dejaremos de vernos los unos a los otros como enemigos.

Hasta que no entendamos que los otros también son Dios, nuestra visión de la divinidad estará incompleta.

Hasta que la única religión que sigamos sea el amor, estaremos pecando de idolatría, adorando becerros de oro y siguiendo a falsos profetas.

Hasta que el dolor de la humanidad se convierta en nuestro propio dolor, no conoceremos al auténtico Dios.

Manuel Fernández Muñóz

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