No aprendimos a sufrir como corresponde -en una medida y con una intensidad equilibrada- por eso sentimos miedo a sufrir.
El miedo nos lleva a crear desde el ego la ilusión de control.
No vemos que la vida está hecha de constantes movimientos que van hacia todas las direcciones, imaginables e inimaginables.
Cuando en el ir y venir de los acontecimientos vemos surgir las contradicciones, los cambios en nuestros planes iniciales y los conflictos, creemos que fracasó el control que suponemos que estábamos ejerciendo. Luego nos sentimos fallados y débiles, inadecuados o tontos.
Nacen así el enojo y el resentimiento, nos enojamos incluso con la vida misma porque pensamos que fuimos traicionados por ella.
Dejamos de escuchar las enseñanzas que nos traen las distintas frustraciones y que nos pueden ayudar a saber quiénes somos en realidad.
Finalmente, al no haber accedido a investigar quiénes somos, decimos que la vida no tiene sentido.
Fanny Libertun
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