¿A dónde vais ebrios, oh hombres, que os bebéis tan puro el vino de la ignorancia, que ya no lo podéis soportar y estáis por vomitarlo?
¡ Quedad sobrios, deteneos !
¡ Alzad los ojos del corazón, si no todos al menos los que puedan !
Porque el mal de la ignorancia inunda la entera Tierra y corrompe al alma aprisionada en el cuerpo, impidiéndole anclar en el puerto de la libertad.
Hermes Trismegisto
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