Pero este buen deseo, a veces, se encuentra con alguna tristeza. Por lo que no fué, por lo que no pudo ser… porque en todo cierre de ciclo revisamos lo vivido y, en ese ajuste, la tristeza suele ocupar un lugar. Le ocurre al inmigrante alejado de su familia y los amigos, al que finalizó una relación o al que despidió un ser querido.
Esos finales que aún ocupan un lugar dentro nuestro y que, quizás, toman más de unos meses en cerrar su ciclo interno, no siempre coinciden con el calendario.
Quienes me conocen, saben que no promuevo más que el bienestar. Pero para llegar a él, muchas veces, debemos transitar su opuesto. Y, para eso, debemos ver con ojos claros este deseo que a veces se siente “obligatorio” a estar felices, cuando en realidad la tristeza aún está haciendo su trabajo.
La tristeza ocurre cuando estamos dejando ir la idea de algo que no pudo ser.
Más allá de lo que haya sucedido, cuando nos sentimos tristes, es que quizás nos estamos “reseteando” para dejar espacio libre a lo que está por llegar.
Mi invitación es ejercer nuestro derecho a la tristeza cuando ella nos visita. Nunca viene para quedarse, aunque se instala y nos espera si no la queremos atender.
Recibirla conscientemente es darnos tiempo para estar con nosotros, no disimularla ni esconderla, pero permitirnos sentirla y hacer el trabajo de dejar ir lo que ya no es.
Julio Bevione
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