En la aplaudida película alemana El Hundimiento, del director Oliver Hirschbiegel, se pueden ver escenas de niños harapientos, que no llegan a los 14 años, portando lanzagranadas antitanque, mientras la ciudad es arrasada por el ejército soviético.
Estos niños combatieron de forma muy anárquica, casi sin mandos, y defendieron posiciones indefendibles. En Berlín, cuando estaba ya todo perdido, infligieron muchísimo daño al Ejército Soviético.
Los niños hicieron que los combatientes aliados se enfrentaran a un verdadero dilema moral. Estaban combatiendo contra pequeños demonios, muy fanáticos, que emergían de entre las ruinas, pero que no dejaban de ser niños.
Tras la capitulación definitiva del Tercer Reich, los niños nazis fueron capturados por los ejércitos aliados, que no sabían muy bien qué hacer con ellos. Algunos habían cometido salvajes actos criminales.
Se emprendió entonces todo un proceso de desnazificación que, fue tremendamente complejo: Los niños desconocían los crímenes del nazismo y los que sobrevivieron se enfrentaron con algo muy fuerte. Habían creído siempre en la integridad de un líder que, de la noche a la mañana, se había convertido en un criminal genocida.
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