Somos el resultado de cadenas de causas y consecuencias que nos trascienden y que seguirán activas aun cuando ya no estemos acá, pero estamos tan acostumbrados a ver la vida desde nuestro ombligo-ego, que perdemos esta perspectiva y por ello terminamos sufriendo.
Tomemos como ejemplo lo que nos sucede a la hora de tomar decisiones. Creemos que ellas dependen totalmente de nuestra voluntad y por eso nos tensionamos enormemente, pero el hecho es que aun tomando todos los cuidados, nos equivocamos a menudo. Y, por más que nos duela el ego inflado, tampoco es que tenemos tantos méritos cuando acertamos en algo. Si nos equivocamos, sólo podemos notar los hechos y aprender y si nos fue bien, no nos empalaguemos tanto con nuestros logros y veremos disminuir en mucho la ansiedad y el miedo que nacerán al suponer que debemos repetir la experiencia.
La vida debe ser vivida, no controlada, incluso hasta nuestras emociones más difíciles tampoco son “culpa” nuestra, no seamos tan omnipotentes. A lo sumo podemos trabajar en ellas, haciendo todos los esfuerzos, pero no somos responsables de causarlas, no más de lo que seríamos responsables por tener un tumor o de tener que divorciarnos.
Necesitamos aprender a dejar ir, a liberar el estrés y comprender que nunca tuvimos el control absoluto de nada. Si no controlamos la muerte, tampoco controlamos la vida, sólo hay unas pocas cosas que podemos hacer y esto es como verdaderamente son las cosas.
Lic. Fanny Libertun
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