Una constante en objetos “miniaturizados” es que perdemos de vista los “detalles”, pues en aras de hacerlos más portátiles, a través de los avances tecnológicos, los achicamos y nuestra capacidad visual se mantiene igual.
Cuando el mundo no era tan tecnológico, era usual que la curiosidad por saber como funcionaban los distintos ingenios, terminaba por destruirlos para “verlos por dentro”. Así generaciones y generaciones de niños (y no tan niños) destruyeron casi todo lo que tenían a mano, con ese único fin.
Hoy a nadie se le ocurre (o a pocos) entrarle a martillazos a un celular, a un pendrive o una “SIM card”, para ver de “que están hechos”… y aunque lo hiciéramos, lo que encontraríamos sería simplemente inentendible para la gran mayoría.
Hoy la curiosidad, ha sido suplantada por el afán de hacer funcionar (y rápido) al aparato y sacarle el provecho para el cual fue construido.
A modo de ejemplo, la magia, expectativa y colores de un “Wurtlitzer”… se perdió ante la insignificante frialdad (pero enorme capacidad) de un pendrive.
¡ Mundo moderno ¡
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