Ambos se entretuvieron mirando los muñecos alineados en las estanterías. Había de todo tipo y no llegaban a decidirse, por lo que se les acercó una dependienta para ver si podía ayudarles:
- Mira - le explicó la mujer - Tenemos una niña muy pequeña, pero estamos casi todo el día fuera de casa, y a veces, cuando regresamos, ella ya se ha acostado.
- Es una cría que apenas sonríe - continuó el hombre - Por eso quisiéramos comprarle algo que la hiciera feliz, algo que le diera alegría incluso cuando esté sola.
- ¡Lo siento! - contestó la dependienta con gentileza - Pero aquí no vendemos padres."
Extracto del libro de Bruno Ferrero:
"La silla vacía y otras historias"
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