Estaba enojado con mi amigo,
Le expresé mi rabia y ésta terminó.
Estaba enojado con mi enemigo,
No se lo dije y mi rabia aumentó.
Noche y día la regué
con las lágrimas de mi miedo.
Y la expuse al sol de mis sonrisas;
y con sutiles y engañosas artimañas
mi rabia siguió creciendo día y noche
hasta que brotó una brillante manzana
y mi enemigo percibió su resplandor.
Y supo que era mía
y entró furtivamente en mi jardín
cuando la noche oscurecía el planeta.
A la mañana siguiente, triste, descubrí
a mi enemigo, tendido, muerto bajo el árbol.
William Blake (1757-1827)
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