Si tu Dios te pide sacrificios y penitencias,
no es Dios, sino un sádico.
Si tu Dios te pide ayunos y dietas,
no es Dios, sino un nutricionista.
Si tu Dios guarda silencio ante cualquier injusticia,
no es Dios, sino un cómplice de los malvados.
Si tu Dios te amenaza con el fuego infierno a menos que cumplas todos sus mandamientos,
no es Dios, sino un dictador.
Si tu Dios necesita que le supliquen de rodillas y que le imploren con lloros y lamentos,
no es Dios, sino un egocéntrico.
Si tu Dios necesita que le pidas mil veces perdón,
no es Dios, sino un rencoroso.
Si tu Dios necesita que le repitas siempre las mismas oraciones,
no es Dios, sino un sordo.
Si tu Dios te hizo incompleto,
no es Dios, sino un mal ingeniero.
Si tu Dios es varón y cree que las mujeres están por debajo del hombre,
no es Dios, sino un machista.
Si tu Dios permite que se quemen herejes, que se asesine en su nombre
y que se llame a la guerra santa,
no es Dios, sino un general de los ejércitos.
Si tu Dios consiente que unos despilfarren mientras otros mueren de hambre,
no es Dios, sino un injusto.
Si tu Dios es el Dios de un solo pueblo, de un solo país, de una sola raza o de una sola religión,
no es Dios, sino un sectario.
Si tu Dios necesita un libro o un sacerdote para comunicarse contigo,
no es Dios, sino el redactor jefe de un medio de comunicación.
Si tu Dios solo ama a los que le aman,
no es Dios, sino un interesado.
Si tu Dios te pide el diezmo de tus ganancias,
no es Dios, sino un recaudador de impuestos.
Si tu Dios no es capaz de inspirarte para que seas mejor persona,
no es Dios, sino un ídolo falso.
No me hables de tu Dios, no lo necesito.
Puedo ver fácilmente a tu Dios reflejado en ti, en tus actos y en tus palabras.
"Desvelando el Corán" - Manuel Fernández Muñóz
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