Nos agarramos a cualquier cosa que enmascare el dolor, el miedo, nuestra propia verdad.
Muchos de nosotros vivimos vidas que poco o nada tienen que ver con quiénes somos en realidad.
Y si no paramos, seguiremos tratando de difuminar el miedo a enfrentarnos a aquello que tememos llenando nuestros días de planes y nuestras noches de falta de sueño.
Tapando la ansiedad a golpe de farmacología.
Taxis siempre ocupados, revoloteando por la ciudad como mariposas, inconstantes y preocupadas por el brillo de nuestras alas.
Sin preguntarnos con quién queremos conducir a nuestro lado, qué nos gustaría aportar al mundo, o qué necesitamos priorizar para llevar una vida que nos llene de verdad.
Tomado de "Dreaming Tibet"
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