Madre Tierra, enséñame a ser tranquilo, como las gramíneas que todavía tienen nueva luz;
enséñame el sufrimiento, como las viejas rocas que sufren con la memoria;
enséñame humildad, como las flores son humildes al principio;
enséñame amor y cuidado, como las madres alimentan a sus crías;
enséñame coraje, como el árbol que se encuentra solo;
enséñame limitación, como la hormiga que se arrastra por el suelo;
enséñame libertad, como el águila que se eleva en el viento;
enséñame aceptación, como las hojas que mueren cada otoño;
enséñame renovación, como la semilla que crece cada primavera;
enséñame a olvidarme de mi mismo, como la nieve derretida se olvida de su vida;
enséñame a recordar la amabilidad, como los campos secos lloran con la lluvia;
Madre tierra… nada ni nadie puede enseñarme más que tú.
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