Los Dioses son, realmente, la personificación de las leyes universales. En el Antiguo Egipto los sacerdotes narraban que el cosmos se sostiene sobre la lucha constante entre dos principios naturales y eternos: el orden creativo, personificado por el joven y luminoso halcón Horus, y el caos destructivo, personificado por su malvado y siniestro tío Seth; Luz y oscuridad se mantienen en un equilibrio constante.
En el mito egipcio, Seth intenta violar a Horus en el Nilo y éste se defiende ferozmente. En la encarnizada lucha, Horus pierde un ojo y Seth el miembro viril. El dios Thot, haciendo de juez, condena a Seth y absuelve a Horus, restableciendo el equilibrio roto por la maldad del dios del caos. Debería resultarnos muy llamativa la referencia delictiva y sexual del mito, por cuanto nuestra época aparece marcada por las transgresiones y excesos en esa misma área. No podemos negar que somos una cultura enfermizamente obsesionada con el sexo y la violencia.
Las civilizaciones tienen un período de auge, donde las ciencias, las artes, la literatura, la religión y toda la cultura se expande y enriquece a la par de relaciones éticas entre las personas. Luego caen en una fase de declive, donde todo lo anterior tiende a degradarse y empobrecerse cualitativamente, junto con relaciones humanas progresivamente deshonestas y violentas.
Pareciera que estamos transitando los tiempos de Seth, por todo lo que estamos viviendo
Nos toca esperar a la vuelta del ciclo, cuando el halcón Horus Ra atraviese el cielo montando su barca solar, para volver a iluminar el mundo tras este largo período de oscuridad.
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