En esta vorágine de acontecimientos se organizó en Moscú un tribunal popular, presidido por el Comisario del Pueblo Lunacharski, al que el primer Gobierno bolchevique declaró absolutamente competente para juzgar al Todopoderoso por sus «crímenes contra la Humanidad» y «genocidio».
En primer lugar se produjo la lectura de todos los delitos que el pueblo ruso, en supuesta representación del resto de la especie humana, atribuía el «reo».
Los fiscales presentaron pruebas basadas en testimonios históricos, según los cuales: Dios era culpable.
Los defensores designados por el Estado soviético, aportaron pruebas de su inocencia, llegando incluso a pedir la absolución del acusado, alegando que padecía una «grave demencia y trastornos psíquicos».
Tras cinco horas de testimonios, apelaciones y protestas, el tribunal declaró finalmente «culpable» a Dios de los delitos por los que era juzgado y condenado a muerte por fusilamiento.
Al amanecer, un pelotón llevó a cabo los deseos del juez disparando varias ráfagas al cielo de Moscú.
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