Si vemos a un insecto visto a simple vista reconocemos su silueta, pero prácticamente no vemos o no son importantes para nosotros sus “detalles”… ahora si magnificamos su visión a través de una lupa poderosa, se presenta ante nosotros una forma aterradora antes desconocida. Si la relación de tamaño de pronto se invirtiera, definitivamente sería una amenaza para Uno.
Pues lo mismo pasa con el Ego.
Si lográsemos mantener el Ego sólo para la función comunicativa, simplemente obviaríamos sus demoníacos tentáculos, pues estaría tan “empequeñecido” que no estarían visibles a “simple vista”; pero lamentablemente esto sucede bien poco y lo que por regla general sucede es que el Ego es tan grande que no sólo nos domina, sino que muestra toda su “fealdad” y de una manera amenazante, por eso básicamente aceptamos que “somos” él, en la mayoría de los casos, pues negarlo implicaría un enfrentamiento con semejante adefesio, para lo cual necesitaríamos una cuota de valor importante, que no todos estamos en “condiciones” de “esgrimir”.
El Ego se “alimenta” fundamentalmente de la competencia constante con otros Egos, la “victoria o derrota” le sirven de alimento, aunque es la “victoria”, la que aparte de alimentarlo, lo “engrandece”.
De ahí que el Ego desconozca el término armonía, porque el mismo significa Paz, Calma, Tranquilidad… y bajo estos últimos es imposible la competencia y en últimas significa la “muerte” del mismo. Por eso el Ego se comporta como un virus, DEPREDANDO CONSTANTEMENTE, porque si lo deja de hacer, deja de existir.
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