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Ya dimos nuestras vidas por perdidas en el mismo momento en que nacimos, porque el nacimiento no es sino el comienzo de la muerte. En cada momento irás muriendo más y más.
No es que un cierto día, a los setenta años, sobrevenga la muerte; no es un suceso, es un proceso que comienza con el nacimiento. Dura setenta años; es un proceso tremendamente perezoso pero es un proceso, no un suceso. Y pongo énfasis en este hecho para lograr que veas claro que la vida y la muerte no son dos cosas. Se convierten en dos cosas si la muerte es un suceso que hace que concluya la vida. Entonces se convierten en dos; entonces se convierten en cosas antagónicas, en enemigas.
El que hayas llegado a saber que tienes cáncer ciertamente habrá sido impactante, te traerá tristeza y desesperación.
Sí, al principio sentirás tristeza, desesperación de que la vida se te deslice entre las manos. Pero siempre ha estado deslizándose entre tus manos ya sea que te dieras cuenta o no. Se desliza entre las manos de todo el mundo, ya sea que se den cuenta o no. Tú eres afortunado por saberlo.
Para el hombre que llega a saber que el cáncer va a golpearle al cabo de siete días todo en la vida se torna insignificante. Todas las urgencias desaparecen. Estaba pensando en construirse un hermoso lugar: toda la idea desaparece. Estaba preocupado por la tercera guerra mundial: ya no se preocupa más. No le importa. Lo que suceda después de que desaparezca no tiene importancia, sólo tiene siete días para vivir.
Si está un poco alerta durante esos siete días puede llegar a vivir setenta años o setecientos años o toda la eternidad; porque ahora la meditación se vuelve una prioridad, el amor se vuelve una prioridad… la danza, el regocijo, la experiencia de la belleza, todo eso que nunca antes había sido una prioridad. Durante esa semana la luna llena nocturna será una prioridad, porque nunca verá de nuevo la luna llena. Esta es su última luna llena.
Osho
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