«Mi amigo Pobers, catedrático de parapsicología de la universidad de Utrecht, fue enviado a las Antillas para estudiar los extraños fenómenos que ocurrían allá entre la gente pobre.
Efectivamente, allí, cuando una mujer quiere comunicarse con sus familiares, su marido o su hijo , que han ido a la ciudad a hacer sus encargos, se dirige simplemente a un árbol... y el marido o el hijo le traen lo que ha pedido.
Pobers asistió en varias ocasiones a este fenómeno, y finalmente se decidió a preguntarle a una campesina por qué se servia de un árbol para aquello.
La campesina le miró unos instantes y luego respondió, con la mayor naturalidad del mundo:
- ¿Que por qué me dirijo a un árbol? Pues, sencillamente, porque soy pobre. Si fuera rica, tendría teléfono.»
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